Un gustazo
Hay dos grupos que no sabría precisar muy bien cuando comencé a escucharlos. Para mí es como si hubiera nacido con ellos, y forman parte de la banda sonora de mi vida. El cariño que tengo por ellos, lo reconozco, supera lo racional. Lo que critico a otras bandas se lo perdono y justifico, lo que hacen bien lo magnifico, la más mínima crítica me pone violento. Se trata de Queen y Celtas Cortos.
Descubro con alegría que la web de Celtas Cortos, ahora que ha vuelto Cifu, incluye una bitácora en la que cuelgan artículos, tanto los publicados en el Norte de Castilla por el entrañable calvito como otros hechos ex-profeso para el lugar.
Tuve la suerte de entrevistar a Cifuentes, y me pareció una persona muy inteligente. Con la pluma en la mano, como con la guitarra, no defrauda. Su último artículo me gustado especialmente y creo que hay que compartirlo. Disfrutenlo.
Descubro con alegría que la web de Celtas Cortos, ahora que ha vuelto Cifu, incluye una bitácora en la que cuelgan artículos, tanto los publicados en el Norte de Castilla por el entrañable calvito como otros hechos ex-profeso para el lugar.
Tuve la suerte de entrevistar a Cifuentes, y me pareció una persona muy inteligente. Con la pluma en la mano, como con la guitarra, no defrauda. Su último artículo me gustado especialmente y creo que hay que compartirlo. Disfrutenlo.
Creatividad
Recuerdo la primera canción con letra que escribí con los Celtas Cortos. Era una canción completamente absurda llamada “Si no me veo no me creo”que hablaba de las peripecias que le sucedían a un tipo que iniciaba un viaje a Italia, y al que a partir de alguna equivocación en el viaje comenzaban a sucederle toda una suerte de carambolas disparatadas. Era el año 89 y yo tenía 22 años, terminada la carrera de Trabajo Social, y muchas horas de vuelo ya con el grupo, en las que sobre todo lo que primaba era la fiesta a través de la música. Y no es que piense que esa primera aportación en nuestra historia como grupo sea precisamente brillante, visto ahora con perspectiva, pero para un montón de personas aquello era una canción enormemente divertida que en sus sentimientos había trascendido como algo que les había alegrado la existencia y con lo que en momentos festivos segregaban endorfinas en solitario o en manada cuando la tocábamos.
¿Y de dónde había salido toda aquella historia absurda? Porque tenía un precedente de viaje que había hecho en uno de aquellos veranos a la zona montañosa de las Dolomitas, dado que entonces aún era deportista, pero toda la serie de disparates que suceden en la canción por suerte no son para nada algo autobiográfico ni tenían que ver con nada de mi existencia. Pues aquella historia absurda había salido ciertamente de la parte más inconsciente de mí, que en un acceso de incontinencia creativa y liberada había desatado esos versos prácticamente sin pensar, como si el lápiz guiara la manopor el papel sin que ella tuviese otra misión que sostenerlo. Y es que ese momento sorprendente y natural de alguna manera se instaló en mi vida descubriéndome un mundo paralelo y mágico en el que todo es de alguna manera posible, si como creador se es ciertamente sincero y honesto con tu trabajo, tanto para lo bueno como para lo malo. Y todas esas canciones que estaban aún por venir salieron de la sinceridad más pura y joven de la necesidad de expresar y de compartir la esencia de la vida, algunas de ellas generadas de momentos realmente malos y duros, porque escribir canciones no siempre es un camino de rosas. Muchas veces hace que te enfrentes a los fantasmas más tormentosos de tu existencia que aparecen en lugares que jamás uno pudiera haberse imaginado, y mucho menos sospechar que vivieran contigo.
Porque cuando las canciones se niegan a salir, el creador piensa que se le ha terminado la inspiración, la juventud y la vida, y el mundo se le viene encima en formato de bloqueo aterrador que no le deja ni atarse los cordones de los zapatos. Lo siguiente con toda probabilidad será la muerte, y todo lo que se hizo y se creó en el pasado, todo lo que salió de su imaginación se le antoja ahora imposible e incluso ajeno a él mismo.
Pero como de casi todas las catástrofes humanas, el creador acaba saliendo de su bloqueo gracias a la magia de una nueva obra, que con una vida plena y propia sale de nuevo volando de su propio agotamiento, regalándole de nuevo el gusto por lo que hace y haciéndole redescubrir la esperanza por un nuevo mundo mas amable y más humano, en que aún es posible cambiar la indiferencia gracias a las ideas.
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